domingo, 5 de febrero de 2012

La Ratesa: Gunter Grass



¿Alguna vez alguien os ha regalado una rata? Un ratoncillo, un hámster, una cobaya, eso sí, ¿pero una rata? ¿Qué podría pasar si un desalmado te regala una rata? De repente una noche te sumerges en los sueños y te embargan las pesadillas…

Y allí te encuentras, en un mundo sumido en un holocausto nuclear creado por una coalición de las ratas a las que el ser humano entrenó para neutralizar cualquier tipo de ataque atómico proveniente de las otras naciones enemigas. Único superviviente, narrador omnisciente, que observa desde su cápsula espacial el desarrollo de la nueva especie. Desrratización progresiva, humanización paulatina: degeneración.

Y también en otro mundo, uno en el que las hadas y seres mágicos de los hermanos Grimm se reúnen junto al castillo de Cenicienta para sabotear la destrucción que los humanos quieren hacer de este enclave mágico. La aniquilación de la fantasía.

Y finalmente, en un tercer mundo en el que un tambor viejo de hojalata nos cuenta las miserias de la humanidad a través de un antiguo videoclub.

La ratesa, el primer libro de Gunter Grass que cayó en mis manos. El primero de muchos, porque me enganché, me hipnotizaron esas tramas semidesnudas de fantasía gris y humana. Esos Rodaballos divinizados que nos cuenta la historia de los hombres y las mujeres a través de un avinagrado juicio. Esa cámara que realizar fotos vivas de aquello que no ha ocurrido. O esa abuela de Óscar Matzrath que escondió bajo los nueve pliegues de su falta al progenitor de la madre del que sería dueño del tambor de hojalata. Historias todas ellas que se te meten en la piel y te desangran. Las sueñas una y otra vez; por mucho tiempo que transcurra, no las olvidas; incluso, aunque no te hayan regalado una rata.

Las ratas, pensándolo un poco te das cuenta de que ellas sí que saben cómo funciona el mundo.  Cavan hasta el lugar más recóndito del subsuelo, acumulan comida y taponan los agujeros por los que la radiación podría alcanzarlas con las ratas más viejas, gordas y moribundas que pueden encontrar. Todas ellas voluntarias. La única manera con la que salvar una especie. ¿Cínicas? ¿Eugenésicas? ¿Racionales? ¿Especie portadora del Gen Egoísta? No lo sé, pero si hay un holocausto nuclear, queda claro que sólo las ratas, y muy posiblemente las cucarachas, sobrevivirán. Lo cual es extraño, porque pensando en lo glamuroso de dichas especies, casi podrías esperar que dejaran un hueco a la especie humana, pues sin duda está a su altura.

Lo mejor de todo es que el futurible del mundo de la Ratesa no ha llegado aún a pasar, sino que son sueños de un pequeño humano a quien un infeliz amigo le regaló una rata. Y en su noche de inconsciencia vio el apocalipsis; o el futuro; o la necesaria katarsis de nuestra especie; o el aviso; o el camino a seguir; o, quizá, tan sólo vio lo que dos alocadas ratas querían que viera, mientras se partían de risa viendo como sudaba en la cama.

Ahora, sólo por un momento imaginaos que en lugar de que un humano le regalara una rata a otro fueran dos ratas las que se hubiesen regalado un humano: ¿Deshumanización progresiva, ratización paulatina: generación?

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